martes, 26 de mayo de 2009

25 de mayo


Sería ridículo decir que empecé a emocionarme cuando escuché “Salve Argentina”, tanto como decir que llevaba escarapela a conciencia y sentimiento. Tampoco entoné el himno con pasión, salvo por cierto entusiasmo nato que surge cuando llega el momento de “Coronados los laureles que supimos conseguir” y mi estirado y poco afinado “coronados de gloria VIVAAAMOS”. Mientras escuchaba las palabras alusivas pensaba en cuantos estarían al igual que yo pensando en otra cosa, si bien algunas palabras me resonaban, me preguntaba quienes estarían haciendo (mentalmente) la lista del supermercado, quienes pensaban en el almuerzo próximo, quienes trataban de buscar una solución mágica a un dinero que no se tiene, quienes sentían que estaban perdiendo su tiempo, o mejor dicho regalándolo, y quienes se animaban a soñar y planeaban algún viaje, o sin ir más lejos una hermosa tarde, y decidían hacer de este día algo especial, si en 1810 lo fue porque no iba de serlo también hoy. Resonó. Él dijo LIBERTAD y comenzó a definirla, y alentaba a su uso responsable y a su valor, y yo volvía a pensar ¿hay quienes hacen hoy en día abuso de la libertad? Y pensaba en los que me rodean y advertía algún que otro caso y pensaba en mí y cuan poco la utilizaba. He estado presa por años, purgo una condena por cometer el crimen más horrendo que un ser puede cometer, no sé ser feliz. No sé disfrutar, no sé vivir. Mi prisión es mi propio cuerpo, he intentado fugarme pero no he tenido éxito. Aplausos, había dejado de hablar. Por suerte siempre hay alguien que está atento para lanzar el primer aplauso y operar de alarma para el resto que divaga en cosas tan sustanciales como lo mío. Comenzaban las actuaciones, temía por el bodrio y el ridículo. Sí, soy una persona pesimista. Ingresaban las niñas con sus vestidos de dama antigua, y otra vez volvía a pensar en si esos vestidos eran tan extrañamente incómodos como se veían y recordé que alguna vez me había disfrazado de dama antigua y sentí pena, porque si bien la imagen de mí, con un vestido raro e incomodo se había activado, no venía con ella algún tipo de sentimiento o añoranza alguna. Sólo una imagen y nada. Pensé en Freud. Pensé en la represión, pensé en el monto de afecto, me pregunté si andaría suelto por ahí, empecé a delirar con el destino de todos mis afectos reprimidos y me asusté, me ví fría, ni siquiera puedo decir que me sentí fría. Aplausos. Había terminado la pesadilla de la dama antigua, la mazamorra, las velas, French y Beruti, y los parlamentos poco creíbles que esbozaban los niños con una falsa certeza de conocimiento de causa.
Llegaba el momento de los bailes, los atuendos me parecían dulces, bien digo cuando digo dulces, porque podía saborearlos, dejaban un rico sabor. Las muchachas con polleras y trenzas, los muchachos con bombachas y pañuelos. Clic! Libertad es una muchacha en pollera, que lindo es usar pollera, que grato el rozar de la tela en las piernas, que lindo sentir que los hombres aprecien el andar de una mujer en pollera, deberíamos usar más pollera. Bambula, raso, seda, gasa, ¡qué excitante!.
No sé si fue eso lo que me predispuso positivamente o tarde o temprano el sentimiento tendría que salir a la luz. Llegó el momento en que un joven bailará un malambo, fue sorprendente, estaba serio, creo que era para disimular los nervios, o era parte de su misteriosa presencia, se lucía, sentí alegría por su logro personal. Estaba frente a todos mostrando algo que sabía hacer y todos estaban sorprendidos. Era el centro de atención. Lo conozco, sabía lo importante que era para él. Lo admiré. Tuve la certeza de ir por el camino correcto cuando pienso que el amor no está tan lejos de la admiración. Aplausos. Aplaudí con ganas, sonreía, quería regalarle mis sonrisas, no sé si valen mucho, pero creo que al usarlas poco se han ido cotizando.
Una mujer que había visto sólo un par de veces se acercó, me abrazó y me dijo “Feliz día de La Patría”, la sentí feliz, supe que ella estaba libre.
Empezó a sonar un bolero “Cuando” y creo que ya tenía las defensas bajas, la emoción era eminente, no iba a llorar porque había demasiados factores que condicionaban mi esencia más pura, pero si podía dar rienda suelta a los tensores que a veces se apoderan de mi rostro. Qué bello danzar, que lindo ver las trenzas al viento, quería bailar, irrumpir en el medio de la pista, volver a tener 13 otra vez, elegir a un compañero y hacer algún galanteo con un pañuelo, quería dar vueltas, sonreír y encantar.
No iba a suceder, ya tengo dos veces 13, y ya casi no bailo. Pensé en vos. Pensé en que por vos usaría pollera, me haría un par de trenzas y te bailaría al compás de la música, lo haría solo a cambio de que te calces las botas, y me bailes un malambo.

Y comencé a tararear...“Cuandó, cuandó, cuando mi vida… cuando”.
M.J.L

lunes, 18 de mayo de 2009

Marío Benedetti


y aunque no siempre he entendido mis culpas y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía.


GRACIAS!

sábado, 2 de mayo de 2009

Nos vemos el día que te sea urgente amar

Imagen: The Reader

Sólo necesito un par de labios para besar...
y un cuerpo en cual descansar.