miércoles, 4 de febrero de 2009

Fragmentos de un dialogo ficticio sobre un sentimiento verídico



Qué te puedo decir de él? Es un instante de belleza muy cruel. Esta ahí cerca y no podes tocarlo. Trasciende todas las posibilidades de la palabra. Parece casi imposible. Y sabes? Eso me gusta. Pero me duele. El nombre de un hombre me delata. Me duele una ilusión en todo el cuerpo. Borges! Sí, empecé a delirar.
Eso me hace, me hace delirar, me hace ir más allá, me invita a filosofar, a pensar, me gusta. Realmente me gusta. Pero me cansa.
El amor siempre me cuesta, y no debería ser así. Me he repetido hasta el cansancio “no voy hacer reclamos de amor donde no lo hay”, pero es más fuerte que yo.
A veces creo que tal vez haya algo, y eso o no sé que me hace seguir. Pero tal vez no haya nada y solo sigo atada a una ilusión.
Pienso mucho en él, tal vez tenga mucho tiempo libre, pero cuando no lo tengo también me gusta pensar en él. No, no estoy enamorada. No, no estoy obsesionada. Es solo que pensar en él es un lugar seguro, me da seguridad. Cuando él me devuelve con algún gesto o palabra algo suyo, algo interno, algo de su esencia, es como si flotara. Me hace querer ser mejor, hace que vea a los otros sin sentirlos tan distintos a mí, hace que sea más tolerante, y aunque nos una el horror por este mundo, cuando pienso en él creo que el mundo no es tan malo, creo que las cosas pueden salir bien, creo que mi vida puede ser mejor, y qué todo puede tener sentido. Sabías? Me hace sonreír, creo que en este último tiempo ha sido como un ejercitador de sonrisas, me ha hecho ejercitar una y otra vez sonrisas, no muchas, sino las necesarias. Como para ir recuperando la luz del rostro. Si, esa luz que vos admirabas en mi, esa luz que hace tiempo había perdido. Hace que brille, me cuesta brillar, pasé mucho tiempo apagada.
No es conciente de todo esto, es más, saberlo lo asustaría. Y no es mi idea asustarlo, solo quiero que reaccione, solo quiero verlo revivir.

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